Nuestra presencia en el mundo nos lleva a interactuar con moléculas de toda clase, aromas, texturas, termodinámica, etc, diferente. Esos intercambios nos hacen una mezcla de polvos celestes radioactivos que cohabitan con el planeta Tierra, he de ahí su toxicidad. Humanos al fin y al cabo. Solo queremos un pedazo de calor que nos haga entrar en movimiento.